sábado, 15 de febrero de 2014

Pa´ que democracia si no hay casa: Sobre el derecho a la vivienda digna en la ciudad.

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Escribió Eduardo Galeano en su libro “Patas Arriba. La escuela del mundo al revés”:


                                                                     “Si Alicia volviera.
Hace ciento treinta años, después de visitar el país de  las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana”.

Le bastaría a Alicia, con asomarse a la ventana y observar su barrio, presenciar el desalojo a una familia, a sus vecinos, para ir comprendiendo cómo esta ciudad está patas arriba. Mientras se auxilia al banquero, al obrero se le desaloja de su vivienda, por ser víctima de un sistema que le obliga a endeudarse para acceder a sus derechos. Mientras las zonas centrales de la ciudad son entregadas a las élites locales e internacionales para el desarrollo de sus megaproyectos urbanísticos, los ciudadanos trabajadores son desplazados a zonas periféricas, donde habitarán en Viviendas de Interés Social, construidas generalmente en zonas de alto riesgo, y distantes de un real derecho a la ciudad.

Resulta lamentable que mientras se realizan diálogos en búsqueda de alternativas para la construcción de la paz en nuestro país, o se llena la Plaza de Bolívar para denunciar atentados contra la democracia en la ciudad, los barrios populares sean testigos de desalojos (o intentos de desalojo), donde se pretende despojar a familias trabajadoras de su vivienda, por parte de entidades financieras o prestamistas-estafadores, amparados por autoridades, por la Policía Nacional y otras instituciones. Eso es lo que han presenciado recientemente los vecinos y las vecinas de barrios como Gran Granada o Corinto, en Bogotá D.C.

El pasado 5 de diciembre, cinco familias del barrio Gran Granada, ubicado en la localidad de Engativá, fueron desalojadas de sus viviendas, en un operativo injusto e ilegal, donde a muy tempranas horas de la mañana, apenas los primeros rayos del Sol asomaban, policías, bomberos y autoridades sacaron una a una a las familias, sin el más mínimo respeto a su dignidad. Sin dimensionar las consecuencias que tiene este crimen para una familia. Sin tener en cuenta los posibles o reales delitos que hay de por medio en las estafas hipotecarias de la que son víctimas estas familias.

Asimismo, el pasado 18 de diciembre, en el barrio Corinto, ubicado en la localidad de Suba, de nuevo los estafadores, la policía con su tanqueta y sus agentes de la Fuerza Disponible, los bomberos con su moto-trozadora, funcionarios de la Inspección de Policía y otras instituciones, pretendían desalojar a una familia. ¿Por qué? Por no pagar sus deudas, dirán algunos insensatos. ¿Por qué? Por ser víctimas de estafadores hipotecarios y por resistirse a entregar su casa y su dignidad al cartel del remate existente en nuestra ciudad. El operativo desplegado ese día y la brutal arremetida contra quienes estaban en aquella casa, fue una clara muestra de cómo la paz y la democracia son pisoteadas y burladas en nuestros barrios.

Sin importar que en la casa habitan niños y una abuela de 82 años, los agentes de la Fuerza Disponible hicieron uso de gases lacrimógenos, gas pimienta y hasta con su tanqueta lanzaron fuertísimos chorros de agua contra la casa. Fue un episodio que hasta los canales de las élites económicas y políticas debieron registrar en sus noticieros, debido a la brutalidad policial cometida. Brutalidad a la que se opuso la defensa de la dignidad de la familia y de su casa, respaldada por vecinos, jóvenes y organizaciones que comienzan a encontrar en los desalojos una oportunidad para la unidad y la articulación de esfuerzos.

No fue desalojada ésta, mi familia, gracias a la acción colectiva, al registro por parte de medios alternativos de comunicación, a la solidaridad de organizaciones barriales, para quienes un desalojo es un atentado no sólo contra la dignidad de una familia, sino un atentado contra el derecho a la ciudad, un atentado contra la vida digna en nuestros territorios, un atentado contra la paz con justicia social, un atentado similar al despojo al que han sido sometidas las familias campesinas e indígenas en la ruralidad colombiana.

La vivienda digna se hace entonces un elemento clave en la lucha por el derecho a la ciudad, pues mientras se desalojan familias de sus viviendas, la ciudad se sigue ordenando y construyendo según los intereses de las élites financieras, políticas y económicas. Los territorios urbanos han sido ordenados para una ciudad volcada a un proyecto de clase específico, sin espacio para la vida digna de los habitantes de los barrios y sectores populares. En consecuencia, un desalojo es una oportunidad de resistencia y organización ante el agresivo proceso de urbanización capitalista que ha asaltado y asalta nuestras ciudades, nuestros territorios, nuestros barrios. Es además una oportunidad para evidenciar en nuestros barrios las contradicciones de la vida urbana y la necesidad de una amplia movilización y organización por el derecho a la ciudad, por el derecho a participar en la construcción colectiva de una ciudad donde podamos vivir en paz y con dignidad.
 
Lo anterior nos exige desbordar la mirada de las demandas particulares y acercarse a otras luchas para una demanda mayor: el combate al modelo dominante de producción y ordenamiento de nuestros territorios, tanto en la ciudad como en el campo. No es sólo la lucha por la vivienda digna, es también la lucha por la educación pública, por la salud, por la soberanía alimentaria, por la tierra, por la biodiversidad, por la paz. Y tal como lo expresó Lina Magalhães (http://derechoalaciudadflacso.wordpress.com/2014/01/30/el-rescate-del-derecho-a-la-ciudad-en-la-explosion-de-los-movimientos-sociales-urbanos/), la construcción de otra ciudad posible debe pasar inevitablemente por el cuestionamiento del propio sistema económico vigente y de las ideologías dominantes, si no las transformaciones quedarán en la superficie de las “reformas”. Por la casa, por la vivienda digna, por el derecho a la ciudad, por la unidad, debemos hacer de cada desalojo una oportunidad, una nueva jornada para resistir e ir haciendo del barrio, un escenario para la organización y la construcción de otra ciudad.


Escrito por: Antonio Torres, educador y amenazado de desalojo. 

VER: 18 de Diciembre, día del desalojo en el barrio corintohttps://www.youtube.com/watch?v=FXnwTLX7C_I 
VER: Palabras de la madre del profe Antonio:  https://www.youtube.com/watch?v=6wc1nxP1UPk

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