Escribió Eduardo Galeano en su libro “Patas Arriba. La escuela del mundo al revés”:
“Si
Alicia volviera.
Hace ciento treinta
años, después de visitar el país de las maravillas,
Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia
renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría
con asomarse a la ventana”.
Le bastaría a Alicia, con asomarse a la
ventana y observar su barrio, presenciar el desalojo a una familia, a sus
vecinos, para ir comprendiendo cómo esta ciudad está patas arriba. Mientras se auxilia al banquero, al obrero se le
desaloja de su vivienda, por ser víctima de un sistema que le obliga a
endeudarse para acceder a sus derechos.
Mientras las zonas centrales de la ciudad son entregadas a las élites locales e
internacionales para el desarrollo de sus megaproyectos urbanísticos, los
ciudadanos trabajadores son desplazados a zonas periféricas, donde habitarán en
Viviendas de Interés Social, construidas generalmente en zonas de alto riesgo,
y distantes de un real derecho a la ciudad.
Resulta lamentable que mientras se realizan
diálogos en búsqueda de alternativas para la construcción de la paz en nuestro
país, o se llena la Plaza de Bolívar para denunciar atentados contra la
democracia en la ciudad, los barrios populares sean testigos de desalojos (o
intentos de desalojo), donde se pretende despojar a familias trabajadoras de su
vivienda, por parte de entidades financieras o prestamistas-estafadores,
amparados por autoridades, por la Policía Nacional y otras instituciones. Eso
es lo que han presenciado recientemente los vecinos y las vecinas de barrios
como Gran Granada o Corinto, en Bogotá D.C.
El pasado 5 de diciembre, cinco familias del
barrio Gran Granada, ubicado en la localidad de Engativá, fueron desalojadas de
sus viviendas, en un operativo injusto e ilegal, donde a muy tempranas horas de
la mañana, apenas los primeros rayos del Sol asomaban, policías, bomberos y
autoridades sacaron una a una a las familias, sin el más mínimo respeto a su
dignidad. Sin dimensionar las consecuencias que tiene este crimen para una
familia. Sin tener en cuenta los posibles o reales delitos que hay de por medio
en las estafas hipotecarias de la que son víctimas estas familias.
Asimismo, el pasado 18 de diciembre, en el
barrio Corinto, ubicado en la localidad de Suba, de nuevo los estafadores, la
policía con su tanqueta y sus agentes de la Fuerza Disponible, los bomberos con
su moto-trozadora, funcionarios de la Inspección de Policía y otras
instituciones, pretendían desalojar a una familia. ¿Por qué? Por no pagar sus
deudas, dirán algunos insensatos. ¿Por qué? Por ser víctimas de estafadores
hipotecarios y por resistirse a entregar su casa y su dignidad al cartel del
remate existente en nuestra ciudad. El operativo desplegado ese día y la brutal
arremetida contra quienes estaban en aquella casa, fue una clara muestra de
cómo la paz y la democracia son pisoteadas y burladas en nuestros barrios.
Sin importar que en la casa habitan niños y
una abuela de 82 años, los agentes de la Fuerza Disponible hicieron uso de
gases lacrimógenos, gas pimienta y hasta con su tanqueta lanzaron fuertísimos
chorros de agua contra la casa. Fue un episodio que hasta los canales de las
élites económicas y políticas debieron registrar en sus noticieros, debido a la
brutalidad policial cometida. Brutalidad a la que se opuso la defensa de la dignidad
de la familia y de su casa, respaldada por vecinos, jóvenes y organizaciones
que comienzan a encontrar en los desalojos una oportunidad para la unidad y la
articulación de esfuerzos.
La vivienda digna se hace entonces un
elemento clave en la lucha por el derecho a la ciudad, pues mientras se
desalojan familias de sus viviendas, la ciudad se sigue ordenando y
construyendo según los intereses de las élites financieras, políticas y
económicas. Los territorios urbanos han sido ordenados para una ciudad volcada
a un proyecto de clase específico, sin espacio para la vida digna de los
habitantes de los barrios y sectores populares. En consecuencia, un desalojo es
una oportunidad de resistencia y organización ante el agresivo proceso de
urbanización capitalista que ha asaltado y asalta nuestras ciudades, nuestros
territorios, nuestros barrios. Es además una oportunidad para evidenciar en
nuestros barrios las contradicciones de la vida urbana y la necesidad de una
amplia movilización y organización por el derecho a la ciudad, por el derecho a
participar en la construcción colectiva de una ciudad donde podamos vivir en
paz y con dignidad.
Lo anterior nos exige
desbordar la mirada de las demandas particulares y acercarse a otras luchas
para una demanda mayor: el combate al modelo dominante de producción y
ordenamiento de nuestros territorios, tanto en la ciudad como en el campo. No
es sólo la lucha por la vivienda digna, es también la lucha por la educación
pública, por la salud, por la soberanía alimentaria, por la tierra, por la
biodiversidad, por la paz. Y tal como lo expresó Lina Magalhães (http://derechoalaciudadflacso.wordpress.com/2014/01/30/el-rescate-del-derecho-a-la-ciudad-en-la-explosion-de-los-movimientos-sociales-urbanos/), la construcción de
otra ciudad posible debe pasar inevitablemente por el cuestionamiento del
propio sistema económico vigente y de las ideologías dominantes, si no las
transformaciones quedarán en la superficie de las “reformas”. Por la casa, por
la vivienda digna, por el derecho a la ciudad, por la unidad, debemos hacer de
cada desalojo una oportunidad, una nueva jornada para resistir e ir haciendo
del barrio, un escenario para la organización y la construcción de otra ciudad.
Escrito
por: Antonio
Torres, educador y amenazado de desalojo.
VER: 18 de Diciembre, día del desalojo en el barrio corinto: https://www.youtube.com/watch?v=FXnwTLX7C_I
VER: Palabras de la madre del profe Antonio: https://www.youtube.com/watch?v=6wc1nxP1UPk
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