martes, 23 de julio de 2013

El papel contra hegemónico de la cultura popular

La cultura popular en el proceso revolucionario mundial, ha tenido un papel fundamental dado a que es un arma ideológica de construcción colectiva que permite afianzar las relaciones raizales con las masas trabajadoras, tanto de la urbe como del campo.
Así generando procesos organizativos que permiten identificar los problemas neurálgicos del conflicto histórico, con el que aquellas comunidades han tenido que enfrentarse; y permitiéndose de esta forma analizar históricamente cuales han sido esas matices políticas, económicas, sociales y culturales,  que han generado esta pugna entre clases  (la lucha de clases).
Entendiendo que es esta lucha de clases, la principal forjadora  y constructora de dichos aparatos ideológicos, que intervienen la cultura popular y la ponen al servicio del capital,  haciendo de esta, el folklore pagado por la burguesía nacional  y extranjera que convierten en valor de cambio, la forma histórica de relacionarse de los “raizales de nuestro territorio”[1].
Es así como la cultura  hegemonizada por estas fuerzas dominantes, pasa a ser un  elemento de “estas culturas reaccionarias que sirven al imperialismo y a la clase feudal, y deben ser barridas. De otro modo, no será posible construir ninguna nueva cultura. Sin destrucción, no hay construcción; sin contención, no hay flujo; sin reposo, no hay movimiento. La lucha entre la nueva cultura y las culturas reaccionarias es una lucha a muerte”[2]
Por ello consideramos fundamental, lo contra hegemónico en nuestros procesos sociales, pues estos son esa contención y ese reposo que generan movimiento, movimiento popular, el cual es el órgano que mediante las luchas constantes por la conquista de una nueva democracia, permite el reconocimiento de esa tradición cultural aborigen y campesina, que ha sido degradada por esa cultura del consumo capitalista.
Y es que es, mediante su rescate que nuevamente será puesta a los pies de sus creadores, las clases populares y  trabajadoras de nuestro país, haciendo de este elemento un elemento nuestro, que permita generar otras maneras de pensar el mundo y construirlo.
Demostrando de esta forma, que esta lucha a muerte no es solamente una lucha enmarcada en lo ideológico (súper estructural), si no que va más a ya de un somero cambio de la percepción de la cultura como identidad de los pueblos, por el contrario esta transformación permite así mismo de forma dialéctica, que se desarrolle la lucha histórica por el poder de los desposeídos y empobrecidos del mundo, generando así la transformación de la estructura social impuesta por los determinantes históricos del capitalismo.



[1] Para Orlando Fals Borda, Colombia se ha caracterizado históricamente por contar  con cuatro grupos originarios (raizales) en la composición histórica de sus relaciones sociales y culturales, entre los que encontramos: Indígenas, Campesinos colonos, Artesanos y Afros.
[2] Obras escogidas de Mao Tse-Tung, Tomo II, Sobre la nueva democracia, pag 384, cultura de la nueva democracia.

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