La
cultura popular en el proceso revolucionario mundial, ha tenido un papel
fundamental dado a que es un arma ideológica de construcción colectiva que
permite afianzar las relaciones raizales con las masas trabajadoras, tanto de
la urbe como del campo.
Así
generando procesos organizativos que permiten identificar los problemas
neurálgicos del conflicto histórico, con el que aquellas comunidades han tenido
que enfrentarse; y permitiéndose de esta forma analizar históricamente cuales
han sido esas matices políticas, económicas, sociales y culturales, que han generado esta pugna entre clases (la lucha de clases).
Entendiendo
que es esta lucha de clases, la principal forjadora y constructora de dichos aparatos
ideológicos, que intervienen la cultura popular y la ponen al servicio del
capital, haciendo de esta, el folklore
pagado por la burguesía nacional y extranjera
que convierten en valor de cambio, la forma histórica de relacionarse de los
“raizales de nuestro territorio”[1].
Es
así como la cultura hegemonizada por
estas fuerzas dominantes, pasa a ser un elemento
de “estas culturas reaccionarias que sirven al imperialismo y a la clase
feudal, y deben ser barridas. De otro modo, no será posible construir ninguna
nueva cultura. Sin destrucción, no hay construcción; sin contención, no hay
flujo; sin reposo, no hay movimiento. La lucha entre la nueva cultura y las
culturas reaccionarias es una lucha a muerte”[2]
Por
ello consideramos fundamental, lo contra hegemónico en nuestros procesos
sociales, pues estos son esa contención y ese reposo que generan movimiento,
movimiento popular, el cual es el órgano que mediante las luchas constantes por
la conquista de una nueva democracia, permite el reconocimiento de esa
tradición cultural aborigen y campesina, que ha sido degradada por esa cultura
del consumo capitalista.
Y
es que es, mediante su rescate que nuevamente será puesta a los pies de sus
creadores, las clases populares y trabajadoras de nuestro país, haciendo de este
elemento un elemento nuestro, que permita generar otras maneras de pensar el
mundo y construirlo.
Demostrando
de esta forma, que esta lucha a muerte no es solamente una lucha enmarcada en
lo ideológico (súper estructural), si no que va más a ya de un somero cambio de
la percepción de la cultura como identidad de los pueblos, por el contrario
esta transformación permite así mismo de forma dialéctica, que se desarrolle la
lucha histórica por el poder de los desposeídos y empobrecidos del mundo,
generando así la transformación de la estructura social impuesta por los
determinantes históricos del capitalismo.
[1]
Para Orlando Fals Borda, Colombia se ha caracterizado históricamente por
contar con cuatro grupos originarios
(raizales) en la composición histórica de sus relaciones sociales y culturales,
entre los que encontramos: Indígenas, Campesinos colonos, Artesanos y Afros.
[2] Obras
escogidas de Mao Tse-Tung, Tomo II, Sobre la nueva democracia, pag 384, cultura
de la nueva democracia.
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